El Gobierno de Rajoy se ha inspirado en Lampedusa a la hora de afrontar el frustrante y pírrico decret0 sobre los desahucios.
Cambiar para que todo siga igual, como interesa a los bancos. El texto
que aparece hoy en el BOE se antoja francamente insuficiente y sólo
afectará a un número muy reducido de personas.
Los beneficiarios de esta
medida tendrán que reunir una serie de requisitos que limita y mucho su
efecto sobre el drama social de los desalojos forzosos. Desde Moncloa
se ha puesto en marcha todo su aparato de propaganda para vender las
excelencias de un texto que supone rubricar sin rechistar los designios
de la patronal bancaria. Nos quieren vender como un gran avance lo que
no es más que un parche, un fiasco, un paso decepcionante que no
soluciona el problema de fondo. Con toda su infantería mediática y una
dosis indecente de desahogo gubernamental, nos quieren dar el timo de la
estampita.
Es lógica la insatisfacción de los cientos de miles de afectados por
esta tragedia de los desahucios. El decreto ha sentado como un jarro de
agua fría y ha provocado una profunda decepción. Ven este tímido
movimiento del Ejecutivo como una continuidad del fracasado código de
buenas prácticas, que sólo tenía un carácter voluntario y no vinculante
para la banca. Quizá la mejor metáfora para definir este sonoro chasco
lo encontramos en la columna de Ignacio Camacho, en ABC, es “apenas un pequeño paraguas abierto en medio de un aguacero de incertidumbre“. Así no es de extrañar que la Plataforma de Afectados por las Hipotecas aireen su disgusto: “Esto no va a cambiar la realidad de los juzgados la semana que viene ni las deudas de los afectados“.
Muchas personas siguen a la intemperie, vulnerables y zarandeadas por
la crisis y por el paro, y lo que se regula tiene la validez de una
tirita para curar un infarto de miocardio.
El PSOE se ha desmarcado del acuerdo con el Gobierno. El contenido se quedaba lejos de las posiciones que defienden en una proposición de ley que
ha puesto de los nervios a los bancos: dación en pago, reforma de cinco
leyes, entre ellas la hipotecaria de 1909, o un mecanismo concursal, al
igual que las empresas, para renegociar la deuda, entre otras
cuestiones. Se planteaba una reforma de gran alcance que fuera al fondo
de la cuestión y no a un simple aplazamiento del problema. El gabinete
de Rajoy le había tendido una emboscada en la que los socialistas no han
caído. Habría sido un error firmar un acuerdo tan de mínimos como los
que ha alumbrado Rajoy en el aliento en la nuca de los altos ejecutivos
financieros.
(Miguel Ángel Vazquéz)
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