En las dos últimas semanas he escuchado decir de mi que soy un vago, un indolente, un subvencionado, un corrupto, que vivo de la sopa boba y que no me merezco ni el aire que respiro. Algo falla porque yo sigo levantándome cada mañana a las siete para descubrir, cuando salgo a la calle, que no soy especialmente madrugador.
Resulta que soy todo eso por no querer votar por una opción política a la que todo el mundo, incluso sus competidores, daban por ganadora en las recientes elecciones autonómicas. Soy todo eso por no estar de acuerdo con pagar cada vez más impuestos obteniendo menos servicios por ellos. Por no estar de acuerdo con la amnistía fiscal a los defraudadores; por no querer pagar la orgía consumista de quienes primero gastaron lo que no tenían y ahora exigen que paguemos sus facturas los de siempre. Por no estar de acuerdo con la dilapidación de las políticas sociales, por la mengua de mis derechos y por tantas otras cosas que representan aquellos a los que no quiero votar.
Es cierto que hay otros motivos por los que no los voté; son motivos más estomacales, lo reconozco, pero que le voy a hacer. No me gusta el moreno permanente de Javier Arenas; tiene guasa que uno de los que me llama vago sea alguien que parece estar permanentemente recién llegado de la playa. No me gusta su condescendencia, la suya y la de los que le acompañan, y no me gusta su sordera; que haya necesitado presentarse cuatro veces para comprender que no va a ser nunca Presidente de la Junta no dice mucho de su otorrino.
Tampoco me gusta lo que está pasando en este país con la política. Los andaluces según la derecha tenemos un régimen, obviando que los ciudadanos hemos podido echar al PSOE del poder al menos una vez cada cuatro años y, lejos de hacerlo, lo hemos seguido votando. Resulta curioso igualmente que se considere antidemocrático el revalidar el poder una y otra vez en las urnas y sin embargo no lo sea la acumulación de todo el poder en manos de un único partido haciéndolo gobernar simultáneamente en todas las administraciones. Honestamente creo que ambas cosas tienen la misma legitimidad democrática si son fruto de recuentos electorales.
Dejen de insultarnos, los andaluces hemos demostrado a lo largo de toda nuestra historia que somos un pueblo sabio y no tenemos nada que demostrarle a nadie y mucho menos a quienes generalizan tópicos y nos culpan de los males de este país sin mirarse, ellos mismos, sus manos manchadas con la misma ponzoña que, según ellos, tenemos al sur de Despeñaperros. (Javier Polo)
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