miércoles, 4 de abril de 2012

CIEN DÍAS

Los gobiernos tienen los famosos cien días de cortesía cuando despega la legislatura. Mariano Rajoy los ha tirado por la borda. Se las ha querido dar de reformista, con medidas impopulares, contrarias a sus promesas electorales e injustas y ha perdido mucho del crédito que acumuló en las elecciones del 20-N. En poco más de cuatro meses desde la cita electoral, el inquilino de la Moncloa nos ha obsequiado con una subida de impuestos y tasas (IRPF, IBI, luz, gas y por acceder a la Justicia), paralización de ayudas y recortes (dependencia, energías renovables, a la investigación…), una reforma laboral que nos despoja de derechos , unos presupuestos generales que consagra un recorte de 25.300 millones de euros y una amnistía fiscal a los grandes defraudadores. Con estas credenciales más una huelga general y dos decepciones electorales (Andalucía y Asturias) de por medio, Rajoy ha cerrado este nefasto primer tramo de mandato.

En los tres últimos meses en la presidencia, Rajoy acumula 328.508 parados más hasta situar el nuevo récord de inscritos en las oficinas del INEM en 4.750.867. Los números son desoladores y siguen aún por debajo de la previsión del Gobierno de 600.000 parados más al término de este año. Nos sale una media al día en este 2012, ya con el milagrero PP gobernante, de 3.610 desempleados al día. Las primeras seis semanas de reforma laboral no ha arrojado resultados: se ha contratado un 11% menos que en marzo de 2011 y el número de contratos indefinidos también ha caído un 11% en relación con el mismo mes del año pasado. Estos primeros pasos de la reforma laboral certifican que esta medida agresiva y regresiva no será la solución para la creación de puestos de trabajo y será sólo un instrumento al servicio de los empresarios y de pérdida de derechos para los trabajadores.

Rajoy ha olvidado todo lo que decía en la oposición y, lo que es peor, ni ha dado la cara ni nos dice la verdad. Uno de sus mantras era no ocultar nunca la realidad y desde que se sentó en la poltrona ha practicado la hipocresía a diario y se ha escondido detrás de sus subalternos. Ha sido más expresivo y más claro en sus confidencias captadas por indiscretos micros abiertos que poniendo el rostro en sus escasas comparecencias públicas.

Cien días en que el azul cielo que presidía en la calle Génova y en la Moncloa se ha tornado en azul oscuro casi negro.

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