Siguen cayendo chuzos de punta. Cada mañana la situación económica supera cotas de dramatismo. La prima de riesgo nos ha vuelto a amargar el desayuno.
Aprovechando el tumulto financiero y con la atención general pendiente
de las cosas de comer, el Gobierno de la nación nos está colando de
matute una serie de reformas ideológicas de gran calado. Reformas
inspiradas en su moral, que pisotean principios constitucionales y que
nos devuelven a los tiempos de María Castaña. La última perla corre a cuenta de Alberto Ruiz Gallardón. El ministro de Justicia ha dejado caer que la malformación del feto no será un supuesto para abortar.
Con esta medida, no sólo contenta a los sectores más conservadores
del país, sino que nos devuelve a la situación anterior a la ley de
1985. El revisionismo se carga la actual ley de plazos, vigente en casi
todos los países desarrollados de nuestro entorno europeo, y meten la
piqueta retrógrada con tanta virulencia que se llevarán por delante
incluso la primera ley del aborto de nuestra democracia. Nos retrotrae
al franquismo y se recupera la penalización de las mujeres por ejercer
su derecho a decidir. Y lo que es peor: se incrementarán la
clandestinidad, abocando a la total inseguridad sanitaria y jurídica a
las mujeres y a los profesionales sanitarios, y los viajes de antaño a
Londres para aquellas familias que se los puedan costear.
Con esta propuesta del PP nos ponemos a la cola de Europa en cuanto a
derechos y libertades de las mujeres. El paso atrás es de envergadura,
igual que se está produciendo en el sistema educativo o en políticas de
igualdad. Se está legislando de espaldas al gran mayoría de este país
demoliendo los avances conquistados en los años de democracia.
Miguel Ángel Vázquez
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