Su dimisión ha sido toda 
una sorpresa en los ambientes políticos. Un anuncio que ha cogido a 
propios y a extraños con el pie cambiado por mucho que en los mentideros
 madrileños hace unos meses empezaran a circular rumores de relevo. 
Nadie esperaba su despedida de la vida pública. Y nadie como ella sabe 
administrar los tiempos y la comunicación. No me cuadra esta apresurada y
 poco argumentada salida, hace apenas seis días se la vio en plena 
forma, Aguirre en estado puro, en el debate sobre el estado de la 
comunidad de Madrid.
No parece obedecer a problemas de salud: según sus propias palabras, 
el cáncer está “presuntamente curado”. Pensando mal, quizá el tiempo me 
quite la razón… o no, veo mucho tacticismo en el repliegue de la 
lideresa. Vienen malos tiempos para la gestión pública, con un rescate 
de España a la vuelta de la esquina y más recortes con los que se 
aumentará el sufrimiento de la población, y nada mejor que esperar en 
los cuarteles de invierno a que empiecen a rodar cabezas en las filas de
 su partido y reaparecer como la gran esperanza de la derecha 
patria para recomponer el desaguisado. Las encuestas confirman el 
desgaste acumulado por el PP en un tiempo récord.
La retirada se produce justo cuando la tensión entre el sector más 
extremista del PP y el entorno del presidente del Gobierno había 
adquirido una elevada temperatura a cuenta de la excarcelación del 
etarra Bolinaga, enfermo en estado terminal por mor precisamente de un tumor. Como no comparte la línea marcada por Rajoy,
 ni en éste ni en la mayoría de los asuntos, ha dado un paso atrás hasta
 que, como indica el dicho popular, vea el cadáver su enemigo (político)
 pasar por delante de su puerta. Entonces, probablemente volverá en loor
 de multitud, aclamada por una derecha huérfana de tanto podar el 
bienestar de la gente. Sólo es cuestión de aguardar el devenir de los 
acontecimientos.
Miguel Ángel Vázquez 
 
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