Había un plan y un mero contable, un gerente en el que nadie se
fijaba y apañaba los números a los que nadie quería echar un vistazo, lo
incendió todo. Ha sepultado las reformas estructurales ya hechas y las
programadas para acabar la legislatura con la suficiente recuperación
como para ganar las generales a las que Mariano Rajoy quería volver a
presentarse con opciones en 2015. En el entorno del presidente hay una
sensación de enorme malestar e impotencia ante un caso que se despreció
inicialmente y ahora lo ha contaminado todo.
El plan estaba pormenorizadamente trazado. Como casi todo en la vida
de Rajoy. Había que llegar a La Moncloa, componer un Gobierno a su
medida, más tecnócrata que brillante, pegarle un buen repaso a la España
enloquecida y desequilibrada que vivió, gastó y se empufó por encima de
sus posibilidades, corregir el déficit desbocado, evitar el rescate y
esperar y recoger los frutos para pasar a la historia como el presidente
que puso cordura a nuestras ambiciones de nuevos ricos.
El primer encontronazo con la realidad revocó los principios más
clásicos de un partido de derechas, pero eso tampoco importó. Como
España se despeñaba, el PP subió los impuestos y nacionalizó varios
puntos del sistema impositivo. Como Europa, además, no es ya la máquina
de ingresar que fue ni solo un socio regañón, sino que “conmina y
conmina”, hubo que aplicar un recorte de 30.000 millones en los
Presupuestos que trastocó todo el Estado del bienestar del que tanto
presumíamos. El despertar europeo obligó también a cambiar de socios y
aliados a mitad de trayecto. La canciller alemana, Angela Merkel, se
demostró en las negociaciones a cara de perro menos campechana que
cuando era invitada estelar a los congresos del partido. Ahora quería
imponer su doctrina inflexible. Y casi daba órdenes. Bueno, sin el casi.
Rajoy descubrió así que Europa es un proyecto por construir y que da
bandazos y estacazos imprevisibles. Pero el plan de reformas
estructurales estaba en marcha, y el calendario muy organizado. Ahora
toca racionalizar la Administración, las pensiones, los impuestos, que
el paro deje de crecer y prepararse para recoger la cosecha.
El caso Bárcenas se tenía que terminar pasando. Como una fiebre, como
una resaca. Pero eso no sucede y genera todavía más impotencia. En el
entorno más cercano al presidente no se encuentra la tecla para borrar
ese problema que lo está complicando todo. Rajoy piensa que ya hizo
suficiente al lograr que dejara de ser tesorero y senador del PP y que
ahora el asunto debería concernirle solo a él, que fue quien hizo lo que
hizo y logró acumular 48 millones de euros en Suiza. El día que la
justicia descubrió las cuentas millonarias se cayó del caballo y se
percató de la cantidad de avisos que había recibido sobre el elevado
nivel de vida de su extesorero. Demasiado tarde. Ahora no sabe qué más
hacer. Bueno, sí, esperar a la declaración judicial de Bárcenas, y luego
al martes u otro día, para comprobar qué papeles comprometidos le dejó
en herencia a su esposa y socios mediáticos para que le amarguen el
desayuno y las vacaciones en Galicia.
(Javier Casquerio)
No hay comentarios:
Publicar un comentario